EL MAÍZ TRANSGÉNICO, ¿LA SOLUCIÓN PARA EL CAMPO MEXICANO?


HÉCTOR MANUEL FERNÁNDEZ TAPIA.

En México el maíz tiene un valor económico y social además de un importante rol cultural, en muchas regiones los métodos de siembra y conservación de la especie se han trasmitido por generaciones al ser una planta domesticada por los antiguos pueblos mesoamericanos hace aproximadamente diez mil años, lo que convierte al cultivo del maíz en parte de las tradiciones de muchos productores. En materia alimenticia el maíz es fundamental para la elaboración de tortillas, uno de los productos básicos en la dieta de los mexicanos, así mismo su uso se extiende al consumo animal y es altamente demandado para la elaboración de alimentos procesados en la industria.

La producción de harinas para la fabricación de tortilla dominada por el duopolio MINSA Y MASECA y la creciente demanda del grano para la alimentación de ganado, han hecho insuficiente la producción nacional para abastecer el mercado interno, lo cual ha convertido a nuestro país en el principal comprador de maíz del mundo, en 1992 se importaban 396 mil toneladas de maíz, en 2016 esa cantidad ascendió a 54 mil 446 toneladas.[1] 

Una de las causas de la dependencia del maíz importado, es la falta de una política de Estado que atienda las principales problemáticas del sector agropecuario, lo cual se refleja en el bajo crecimiento económico que ha tenido en los últimos años. A pesar de su importancia política y social, el modelo económico basado en la exportación de manufacturas, ha desplazado a las actividades agropecuarias, las cuales han disminuido su participación en el Producto Interno Bruto (PIB) de 3.6% en 1993 a 3.1% en 2016 de acuerdo con información del INEGI.[2]

Los problemas del campo mexicano son los mismos desde hace décadas: pobreza, marginación y falta de apoyos gubernamentales. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria 2014(https://bit.ly/1N5QW5s) , hay disponibles en la actualidad 27,496,118 hectáreas de tierra cultivable, de las cuales solo se encuentran en uso el 81.5%, de estas, solo el 20.3% cuentan con algún sistema de riego y el 79.7% son tierras de temporal. Así mismo, de cada 100 trabajadores agrícolas, solo 66 reciben alguna remuneración y 34 no reciben ningún salario, además el ingreso promedio en el campo mexicano es de 18.5 pesos la hora laborada, por otra parte, hay un importante rezago educativo en el sector, en la actualidad 19% de los trabajadores del campo no tienen ningún tipo de estudios, el 57.6% estudiaron la primaria, 14.4 % la secundaria y el 9.0% bachillerato o profesional.  

Los principales cultivos en nuestro país son: el maíz blanco, la caña, el sorgo, el trigo, los tomates, plátanos, chiles, naranjas, limones, limas, mangos, frijoles, cebada, aguacates, agave azul y el café, de estos el 73% se destina a la venta, 24% al autoconsumo y el resto representa merma.

De igual manera la población que se dedica a actividades agrícolas ha ido envejeciendo y reduciendo, el rango de edad se distribuye de la siguiente manera: Menores de 18 años 0.2%; De 18 a 25 años 1.2%; De 26 a 45 años 22.2%; De 46 a 60 años 35.8%; De 61 a 75 años 29.4% y De 76 a 85 años 9.0%

Por lo anterior es necesario buscar nuevas formas de producir que nos permitan recobrar la independencia alimentaria y, sobre todo, eliminar el rezago en que se encuentra este importante sector en nuestro país. En muchas partes del mundo han optado por la introducción de productos “transgénicos”. Con la investigación biotecnológica, se ha logrado la manipulación del ácido desoxirribonucleico (ADN) de seres vivos introduciendo rasgos de diferentes especies que en la naturaleza nunca se encontrarían, por ejemplo, a ciertas especies de plantas se les puede añadir genes de insectos o bacterias para hacerlas más resistentes a las bajas temperaturas o a cierto tipo de herbicidas.

En la literatura científica el tema genera controversia, hay quienes están en contra de su utilización por razones éticas y morales, en México, por ejemplo, diversas comunidades indígenas e investigadores están interesados en conservar las variedades de maíz criollo como parte de las tradiciones y el patrimonio cultural y se oponen al uso de maíz genéticamente modificado. Por otro lado, están los que aseveran que el uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), pueden contribuir a mejorar los ingresos de los agricultores y la reducción del hambre a nivel global, además de que tienen un efecto benéfico para el medio ambiente al reducir el uso de pesticidas y herbicidas.

Organizaciones ecologistas como “Greenpeace” señalan que los OGM  representan un riesgo por su poca capacidad de adaptación ante el cambio climático, además reducen la oferta de animales y vegetales, por otro lado  pueden contribuir a generar nuevas alergias, a la disminución de la  capacidad reproductiva, problemas en órganos internos, así como  resistencia a los antibióticos.[3] Lo cierto es que no existe ninguna prueba contundente sobre posibles afectaciones a la salud humana, incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que este tipo de alimentos son inocuos, los efectos secundarios más comunes por el uso de estos productos los representan: alergias; en algunos casos muy específicos generan resistencia a ciertos medicamentos; y el cruce, que implica que alimentos modificados destinados a uso animal se terminen consumiendo por humanos.[4]
     
Una ventaja de los alimentos transgénicos es que, si bien no aumentan la productividad per se, sí contribuyen a aminorar pérdidas. En países como el nuestro dónde aún se practica la agricultura de subsistencia, pueden ayudar a cultivar más alimentos dada la resistencia a plagas, maleza u otros fenómenos naturales, así mismo ese potencial, permite reducir el uso de pesticidas y herbicidas, lo que aminora los costos de producción e impacta de manera positiva en el medio ambiente. Por otra parte, pueden favorecer la reducción de la pobreza aumentando la productividad, aminorando los costos y mejorando el contenido nutricional de los alimentos, actualmente hay variedades transgénicas del arroz (Golden Rice) adicionados con vitamina “A” que favorecen la reducción de enfermedades relacionadas con la falta de esta vitamina, principalmente en países pobres.[5]

La principal desventaja del uso de OGM es que el comercio  mundial está dominado por oligopolios trasnacionales, el principal y más conocido por sus “prácticas cuestionables” a lo largo de la historia es Monsanto quien acapara el  23% del mercado, le siguen DuPont con el 15%, Syngenta 9%, Grupe Limagrain 9%.[6] Estas compañías controlan la producción mediante el “sistema de patentes”, en el caso de las semillas, se genera una dependencia del productor con la empresa, ya que hay un impedimento para guardarla o resembrarla, bajo el riesgo de contraer problemas legales, incluso algunos de estos productos cuentan con un Sistema de Protección de la Tecnología (TPS), los cuales incorporan una característica genética que mata a los embriones de las plantas, lo que impide sembrarla en ciclos de cultivo posteriores. Además el costo de los OGM patentados es más alto que el de la semilla tradicional.[7]

Estados Unidos es el mayor productor de transgénicos del mundo con 70.1 millones de hectáreas, lo que representa el 40% de la superficie cultivada a nivel mundial, le siguen Brasil con 40.3 millones de hectáreas, Argentina con 24.4 millones de hectáreas y Canadá con 11.6 millones de hectáreas. En México, la introducción de los OGM ha sido lenta en comparación de otros países de América Latina, en la actualidad se cultivan alrededor de 200 mil hectáreas principalmente de algodón y soya.[8]

Además, existe una regulación importante en la materia, “el Protocolo de Cartagena”, es el acuerdo que regula la producción, distribución y consumo de organismos genéticamente modificados, es vinculante para 170 países, fue firmado en el año 2000 y entró en vigor el 2003, entre otras cosas establece la utilización sostenible de la diversidad biológica, teniendo también en cuenta los riesgos para la salud humana, así como la soberanía alimenticia de los Estados miembros. Otros acuerdos internacionales reconocidos por nuestro país son: el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria.

Derivado de la firma del protocolo de Cartagena se presentó la iniciativa de Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, la cual fue publicada en el diario oficial de la federación en el 2005, de este último ordenamiento, se desprende el reglamento de la Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados aprobada en 2008, ambos tienen por objeto regular la producción, comercialización, importación y exportación de OGM, además establecen los mecanismos productivos, los cuales clasifican en: experimental, programa piloto y liberalización comercial.  Por otra parte, existe un Régimen de Protección Especial del Maíz que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación en 2006 y tiene la finalidad de regular la siembra de maíz genéticamente modificado y asegurar que no habrá liberalización de polen de las plantas experimentales.

En el ámbito gubernamental, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), es la institución encargada de analizar los riesgos de liberalización de organismos genéticamente modificados. Para ello cuenta con un programa denominado “Protocolo de Análisis de Riesgo para la Liberación de Organismos Genéticamente Modificados en el Medio Ambiente (AROMMA)”, además la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) participa emitiendo una opinión técnica fundamentada en criterios ambientales con el objetivo de conservar las Áreas Naturales Protegidas. Por último, la Secretaría de Salud a través de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), es la encargada de emitir autorizaciones para la comercialización e importación de los organismos genéticamente modificados.

El crecimiento demográfico, hace imperante el aumento de la producción mundial de alimentos para satisfacer la creciente demanda, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas en 1990 había alrededor de 5,300 millones de personas en todo el mundo, en 2015 la cifra ya alcanzaba los 7,300 millones, se estima que para el 2030 la población ronde en los 8,500 millones.[9] Para ello en 2050 tendrán que producirse al año unos 1000 millones de toneladas de cereales y 200 millones de toneladas de otros productos pecuarios. Sin embargo los medios de producción parecen insuficientes, según datos del Banco Mundial, las áreas cultivables representan solo el 10.9% de la superficie del planeta[10], y consumen 70% de las reservas de agua dulce.[11]

Por lo anterior, es importante hacer uso de tecnologías que aumenten la productividad agrícola, haciendo un uso más eficiente de los recursos disponibles sin poner en riesgo el futuro de la humanidad. Actualmente los OGM son fabricados como bienes privados destinados al lucro bajo el concepto de “propiedad intelectual”, lo que limita su potencial, sin embargo, la creciente demanda de alimentos hace necesario concebir estas innovaciones como bienes públicos, para lograr este objetivo, se requiere que el Estado fomente la investigación y desarrollo de estos conocimientos para hacerlos accesibles a la mayoría de la población.

Indudablemente con la introducción de transgénicos no se resolverán todos los problemas del campo mexicano, una política de Estado en el sector debe estar enfocada no solo a aumentar la productividad, además debe  combatir la marginación y desigualdades generadas por el sistema económico imperante, empero si se utiliza la tecnología de manera adecuada puede contribuir a alcanzar este propósito, ya que por un lado ayudará reducir el uso de pesticidas y fertilizantes, lo que aminoraría de manera importante los problemas ecológicos, por otra parte, el uso de OGM repercutiría de manera directa en el ingreso del productor, disminuyendo pérdidas y aumentando la productividad. En cuanto a los efectos a la salud se tendría que estudiar cada producto genéticamente modificado antes de hacerlo accesible al público para asegurar que no representa un riesgo sanitario.





[1] REDACCIÓN. (2017). "MÉXICO IMPORTÓ 85 POR CIENTO MÁS MAÍZ AMARILLO DE BRASIL". 07/05/2018, de La Jornada Sitio web: http://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/maiz-amarillo/
[2] ALMA MARTÍNEZ; ALFREDO SALGADO; SAMUEL VÁZQUEZ. (16/03/2017). "TENDENCIAS RECIENTES DEL SECTOR PRIMARIO EN MÉXICO". BBVA RESEARCH, 1, 1-22.
[4] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. (2014). "FREQUENTLY ASKED QUESTIONS ON GENETICALLY MODIFIED FOODS". 07/05/2018, DE OMS SITIO WEB: HTTP://WWW.WHO.INT/FOODSAFETY/AREAS_WORK/FOOD-TECHNOLOGY/FAQ-GENETICALLY-MODIFIED-FOOD/EN/

[5] DIEGO FERNANDO GUTIÉRREZ; ROBERTO RUIZ; BEATRIZ XOCONOSTLE. (2015). "ESTADO ACTUAL DE LOS CULTIVOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS EN MÉXICO Y SU CONTEXTO INTERNACIONAL". MÉXICO: DEPARTAMENTO DE BIOTECNOLOGÍA Y BIOINGENIERÍA, CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DE ESTUDIOS AVANZADOS DEL INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL.

[6] LUNA MENA, BETHEL MARINA; ALTAMIRANO CÁRDENAS, J. REYES. (2015). MAÍZ TRANSGÉNICO: ¿BENEFICIO PARA QUIÉN? ESTUDIOS SOCIALES (HERMOSILLO, SON.)23(45), 141-161. RECUPERADO EN 25 DE MARZO DE 2018, DE HTTP://WWW.SCIELO.ORG.MX/SCIELO.PHP?SCRIPT=SCI_ARTTEXT&PID=S0188-45572015000100006&LNG=ES&TLNG=ES.

[7] GREENPEACE. (2010). ¿Qué sabes de los transgénicos?. MADRID: GREENPEACE ESPAÑA.
[8] DIEGO FERNANDO GUTIÉRREZ; ROBERTO RUIZ; BEATRIZ XOCONOSTLE. (2015). "ESTADO ACTUAL DE LOS CULTIVOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS EN MÉXICO Y SU CONTEXTO INTERNACIONAL". MÉXICO: DEPARTAMENTO DE BIOTECNOLOGÍA Y BIOINGENIERÍA, CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DE ESTUDIOS AVANZADOS DEL INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL.
[9] ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS. (2018). "Una población en crecimiento". 07/05/2018, de ONU Sitio web: http://www.un.org/es/sections/issues-depth/population/index.html
[10] BANCO MUNIDAL; (2015) tierras cultivables (% de la tierra), BM, 07/05/18, Sitio web: https://datos.bancomundial.org/indicador/AG.LND.ARBL.ZS?view=chart
[11] DIEGO FERNANDO GUTIÉRREZ; ROBERTO RUIZ; BEATRIZ XOCONOSTLE. (2015). "ESTADO ACTUAL DE LOS CULTIVOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS EN MÉXICO Y SU CONTEXTO INTERNACIONAL". MÉXICO: DEPARTAMENTO DE BIOTECNOLOGÍA Y BIOINGENIERÍA, CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DE ESTUDIOS AVANZADOS DEL INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL.


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